Gianni M.
Publicado originalmente por Mad in Greece. Traducido al español.
Esta historia fue una de las intervenciones presentadas durante la jornada “Escuchando Voces: Evidencias, Vivencias y Caminos de Emancipación”, coorganizada por la Red Escuchando Voces y el programa “Arte de la Alegría – Formación en Psicoterapia Integrativa” (K.E.DI.VI.M – Universidad de Tesalia), que se llevó a cabo en el Museo de Historia de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas.
Cuba, 2006.
Después de 28 días en alta mar, el barco comenzaba por fin a acercarse al puerto. El personal, agotado por las intensas y duras condiciones de trabajo en las bodegas y la sala de máquinas —gas, suciedad, calor—, esperaba con ansias poder pisar tierra, aunque fuera por unas pocas horas.
La noticia del capitán de que se cancelaba la salida para toda la tripulación debido a la detección de dispositivos tecnológicos ilegales a bordo arruinó los planes de todos, generando malestar y decepción. Él se encerró en su camarote esperando novedades. Cuando se enteró de que, en realidad, algunas personas sí habían podido bajar del barco y que nadie lo había informado, lo invadió la indignación y la tristeza. ¿Quién era él, después de todo, para ser informado? Eso es para los de arriba…
Situaciones familiares para él desde la adolescencia, cuando ya sentía que no encajaba en ningún lugar. Encontró lo que le faltaba en la iglesia. Hasta los 26 años… grupos, enseñanzas, celebraciones, excursiones, Cristo, milagros, alma, Dios, amor, igualdad… hasta cierto punto.
—¡Ah! No todo es para todos…
No puedes proponer tú. Eso es solo para quienes están más arriba en la jerarquía. Aunque repitan exactamente lo que acabas de decir, no importa. Lo que importa es de quién sale la voz.

Se alejó, dejando atrás un muy buen puesto de trabajo que había conseguido —por decirlo así— gracias a su participación en el entorno de la iglesia y a sus estudios en ingeniería mecánica, trabajando en la construcción del entonces nuevo aeropuerto Eleftherios Venizelos. Al comprender lo enfermizo de ese entorno, fue borrando y destruyendo dentro de sí, quizás para siempre, lo que alguna vez significaron para él palabras como: grupo, enseñanzas, celebraciones, excursiones, Cristo, milagro, alma, Dios, amor, igualdad.
Rompió con amistades de años, con creencias y convicciones. Se quedó congelado emocionalmente. Aunque también eso fue hasta cierto punto.
Al salir de ese mundo conoció a su musa: la noche ateniense. Las salidas nocturnas y los nuevos grupos de amistades, muy distintos a los de la iglesia, fueron liberadores… hasta cierto punto.
Se embarcó.
De regreso a Cuba, acurrucado en posición fetal en su camarote, con todos esos pensamientos girando en su cabeza, sumados a la presión laboral, cayó profundamente en sí mismo… y de pronto… ¡ahí estaban!
¡Las oyó!
¡Las voces!
Estaban allí. Hablaban de él, de forma amenazante.
Empezó a recibir órdenes. Las voces salían de las planchas metálicas del barco, lo seguían por los pasillos. Comenzó la cacería.
Al volver a su país, no encontraba paz en ningún lugar. Sentía que todos lo perseguían, que leían sus pensamientos, que sabían cosas sobre él y lo amenazaban con hacerle daño a él y a sus seres queridos. Asociaciones mentales infinitas, convertidas en historias entrelazadas incluso en situaciones cotidianas, como tomar un café con amistades. No entendía qué había hecho para merecer todo eso.
Se sintió atraído por lo que las voces decían de forma positiva, mientras que lo negativo era envuelto en un misterio que hacía que el miedo se sintiera como un desafío.
No había silencio en ningún lado… hasta cierto punto. Algunas noches, en las montañas cercanas a Atenas, dentro de su auto, lograba encontrar algo de calma.
Costa de Marfil, 2008.
Desde el piso 68 del hotel donde se hospedaba por trabajo en un barco anclado en el puerto cercano, lo encontraron otra vez. Miró hacia abajo, al vacío.
—¡Salta!
Se oyó de nuevo.
—¡Salta!
¿Tentación? ¿Dilema? ¿Orgullo?
—¡No! ¡No les voy a dar el gusto!
Así pasaron seis años…
En los años siguientes continuó viajando por trabajo, alrededor del mundo, pasando incluso por el ahora brillante Eleftherios Venizelos. Mientras lo observaba pensaba:
—Bueno, hicieron un buen trabajo los que se quedaron. Aunque he visto mejores.
Ese aeropuerto era para él un nodo de regreso a pensamientos culpables, errores propios y ajenos, recuerdos que reavivaban su intolerancia hacia el poder, y cómo ciertas personas entienden palabras como grupo, enseñanza, celebración, excursión, Cristo, milagro, alma, Dios, amor, igualdad.
Otras veces, ese mismo aeropuerto era una vía de escape de la “locura” que intentaba dejar atrás… hasta cierto punto. Porque muchas veces esa locura lo seguía incluso a los destinos más lejanos. De alguna manera, siempre lograba colarse en su maleta.
En cada destino, nuevos detonantes. Casi siempre, lo primero que hacía era entrar a la librería del aeropuerto y comprar un libro que lo acompañara en el vuelo largo.
Conoció lugares, colegas de todas las razas, religiones e identidades políticas. Lograba mantenerse económicamente… hasta cierto punto.
Lo despedían o él mismo se iba de los trabajos. Entraba y salía de eso que llamamos malestar psíquico o espiritual, crisis, voces.
Las fases de miseria económica extrema no le dejaban espacio para soñar o encontrar tranquilidad. Solo aislamiento, presión, soledad.
En algún momento, un familiar le sugirió ver a un psiquiatra. Fue. ¿Qué podía contarle en solo 45 minutos?
El psiquiatra le dijo que lo veía bien.
Él, en cambio, no vio bien al psiquiatra.
Años de emociones y vivencias fueron reducidas a una etiqueta diagnóstica de una supuesta enfermedad incurable. ¿La solución? Psicofármacos.
No lo soportó.
Poco después, dejó de tomarlos.
Atenas, barrio de Victoria, calle Troias, 2013.
Se encontró por primera vez con otras personas en un espacio subterráneo, pero hecho con amor. Empezaron a hablar, todas y todos, en el marco del grupo de ayuda mutua de la Red Escuchando Voces, sobre situaciones parecidas a las que él había vivido.
Primeros pensamientos…
—No puede ser, me están tomando el pelo.
—¿Están de nuestro lado o del de ellos?
Segundos pensamientos…
Desmitificación, sentido, empatía, límites, manejo, experiencia, talleres, eventos, movimiento, esfuerzo por estar con otras y otros, aceptar. Cosas difíciles, a veces imposibles.
En ese mismo período empezó psicoterapia. Hasta cierto punto… fue un buen bastón.
Terceros pensamientos…
Atenas, Plaka, 2024.
Museo de Historia de la Universidad de Atenas.
Jornada titulada: “Escuchando Voces: Evidencias, Vivencias y Caminos de Emancipación”.
Estoy aquí hoy, junto a otras personas integrantes de la Red y sus aliades, porque quise compartir algunos episodios de mi vida.
Reconozco todo esto también como una conquista de conocimiento muy valiosa, que me trajo mi experiencia vivida hasta ahora.
Puedo verlo como un reflejo.
Un reflejo que, dentro de cada etapa, en cada momento temporal dado, encierra muchos subniveles.
Se desarrollaron, se siguen desarrollando y se despliegan como un viaje sin fin…
Como múltiples espejos, uno frente al otro…
Ese viaje también tiene y seguirá teniendo puntos clave, estaciones que nos hacen preguntarnos, dolernos, sonreír, continuar…
Un viaje único y distinto, que cualquiera podría verse llamado/a a recorrer.
Prestemos atención a los cruces, a las estaciones, y a las personas que tenemos cerca.
También sentía curiosidad de saber cómo sería describir todo esto frente a un público amplio que no me conoce, y que yo tampoco conozco.
Lo vivo como un nodo más en esta red interior de trabajo personal que sigo construyendo, en relación con la apertura, el compartir y la importancia de dialogar sobre la salud mental.
El romanticismo de algunas cosas puede estar bien, pero la vida cotidiana tiende a convertirse en una lucha muy dura por sobrevivir, por vivir y por ser aceptado.
Hasta ahora he aprendido que a los “mensajes” que envío y recibo —a las personas, a las voces, a mí mismo, a los acontecimientos sociales— necesito darles un cierto sentido, hacer algún tipo de decodificación.
Intento, no siempre con éxito, mantener una visión integral (filosófica, espiritual, histórica, científica y política).
Y otras veces simplemente dejar que las cosas sigan su curso pensando… hasta cierto punto…
It happens!
Cuartos pensamientos…
¿Cómo convenzo a mi compañera —otra voz de allá— de que no sea tan estricta?
Hasta cierto punto, al menos…
Especialmente cuando le pregunto por los platos que cocino:
—Vamos, dime… del 1 al 10… ¿cuánto?