25.4 C
Puerto Rico

Economistas Exploran la Relación Entre Pobreza y Salud Mental

Investigadores revisan la evidencia científica más reciente sobre los efectos de la pobreza en la salud mental.

Por José Luiggi-Hernández, publicado también en Mad in America.

Un artículo publicado en Science revisa la literatura existente sobre la relación entre la pobreza y la salud mental, centrándose especialmente en la depresión y ansiedad. La investigación fue liderada por Matthew Ridley, Gautam Rao y Frank Schilbach, destacados economistas del MIT y Harvard, junto con el reconocido psiquiatra y defensor de la salud mental global Vikram Patel.

Les investigadores presentan un panorama complejo, explorando tanto cómo vivir en condiciones económicas precarias causa angustia psicológica como cómo esta angustia afecta la capacidad de una persona para mejorar su situación económica. Lxs autores argumentan sobre la importancia de estudiar la salud mental dentro del campo de la economía:

“Exploramos la evidencia de una relación causal bidireccional entre la pobreza y la salud mental, así como sus mecanismos subyacentes. La pobreza también se correlaciona con una mala salud física, pero la relación entre la enfermedad mental y la pobreza ha sido pasada por alto y merece ser destacada. La salud mental históricamente no ha sido considerada una prioridad por economistas y responsables políticos, y hasta hace poco, la atención en salud mental no se había evaluado como una herramienta contra la pobreza.”

El Efecto de la Pobreza en la Salud Mental

Los experimentos naturales—estudios en los que los cambios de condiciones ocurren de manera no controlada pero permiten comparaciones útiles—han aportado evidencia de que existe una relación causal entre la pérdida de empleo, el declive económico y el aumento de diagnósticos de enfermedades mentales en la población. De forma similar, cuando las personas en situación de pobreza experimentan un aumento en sus ingresos, se reduce la angustia psicológica.

Además, cuando se implementan programas de lucha contra la pobreza, se reducen los síntomas de depresión, estrés y preocupación, y las personas experimentan un aumento en la felicidad, en promedio. Los efectos positivos de estos programas persisten durante años. También se ha descubierto que intervenciones económicas como el aumento del salario mínimo reducen las tasas de suicidio.

Quienes viven en la pobreza experimentan inseguridad financiera e incertidumbre económica, lo que genera ansiedad sobre su capacidad para cubrir sus necesidades básicas y las de sus familias. La ansiedad, preocupación y estrés sostenidos deterioran la salud física y mental. La pérdida de empleo o la reducción de ingresos suelen impulsar el fenómeno de las “muertes por desesperación”. Cuando las personas prevén dificultades económicas a largo plazo, es más probable que desarrollen adicciones o pierdan la vida por sobredosis o suicidio.

Estudios previos han demostrado que la privación económica en Estados Unidos ha influido en el reciente aumento de las tasas de suicidio. Además, para quienes sufren debido a la pobreza, se ha observado que la psicoterapia es menos efectiva cuando no aborda factores económicos. La marginación de las personas que viven en situación de pobreza puede llevar al aislamiento social, la soledad, la disminución de la felicidad y la satisfacción con la vida, factores asociados a la depresión.

Los grupos en desventaja económica también tienen más probabilidades de estar expuestos a la contaminación, a temperaturas extremas y a condiciones de sueño deficientes, ya que son los más afectados por políticas que generan estos entornos. La exposición a la contaminación se ha relacionado con efectos negativos tanto en la salud física como mental. Al mismo tiempo, las temperaturas extremas y la privación del sueño están asociadas con un aumento en los suicidios, las autolesiones y los diagnósticos de trastornos mentales.

Debido a las condiciones de vida en comunidades empobrecidas, sus integrantes tienen más probabilidades de estar expuestos a eventos traumáticos como el crimen, la pérdida de un ser querido y la violencia de pareja. La exposición a estos eventos, junto con el estrés económico y la malnutrición, afecta el desarrollo neurológico y psicosocial de les niñes, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar un trastorno mental en la adultez.


El Efecto de la Salud Mental en la Pobreza

La literatura también indica una relación causal entre experimentar un trastorno psicológico y el deterioro de las circunstancias económicas (como ingresos bajos, pérdida de empleo y tasas de desempleo más altas). Además, las personas que reciben psicoterapia para su trastorno psicológico tienen mayor probabilidad de sortear algunas de las barreras asociadas con la pobreza o el estrés financiero.

Los síntomas asociados con la depresión y la ansiedad afectan la capacidad de una persona para trabajar debido a la fatiga, la falta de motivación, la concentración reducida, la rumiación excesiva, las dificultades con la memoria a corto y largo plazo, y otras funciones cognitivas. Lxs autores añaden que:

“Estos impactos cognitivos podrían alterar una variedad de decisiones y resultados económicos, desde encontrar empleo hasta ahorrar o acceder a educación, y podrían exacerbar los ‘sesgos conductuales’ que lxs economistas reconocen cada vez más como importantes. Por ejemplo, las personas con depresión podrían evitar tomar decisiones activas y preferir las opciones predeterminadas; podrían tener menor sensibilidad a los incentivos debido a la anhedonia; o tener dificultades para elegir entre varias opciones.”

La toma de decisiones también se ve afectada por creencias negativas sobre uno mismo, sobre les demás, sobre el mundo y sobre los resultados esperados. Estas creencias afectan las preferencias, la disposición a asumir riesgos, a invertir, a ahorrar e incluso a participar en programas sociales.

Las dinámicas sociales también refuerzan la relación entre salud mental y pobreza. Por ejemplo, las personas con diagnóstico psiquiátrico experimentan estigmatización debido a los estereotipos, sufren discriminación laboral y reciben salarios más bajos. Además, en algunos países, las personas con trastornos psicológicos están excluidas de recibir beneficios por discapacidad.

En contextos donde no existe acceso adecuado a servicios de salud, las personas en situación de pobreza suelen pagar de su propio bolsillo los tratamientos médicos. Esto se convierte en una barrera para recibir atención. Cuando acceden a servicios, sus elevados costos afectan sus finanzas personales.


Mirando Hacia Adelante

Lxs autores identifican una serie de factores que podrían influir en la prevalencia futura de la depresión y la ansiedad. Entre ellos se encuentran la pandemia de COVID-19, el cambio climático, el uso excesivo de redes sociales, los cambios tecnológicos y la globalización. Para atender estas cuestiones, Ridley y su equipo hacen algunas recomendaciones.

En primer lugar, proponen estudiar los efectos de las intervenciones económicas en la salud mental y los efectos de las intervenciones en salud mental sobre la situación económica. Esto puede llevar a mejores políticas públicas. Por ejemplo, afirman:

“La combinación de intervenciones psicológicas y económicas puede producir efectos de tratamiento mayores que la suma de sus partes. En particular, una mejor salud mental podría aumentar los beneficios económicos de recibir transferencias de efectivo o activos al mejorar la toma de decisiones y la productividad.”

Dado que los servicios de salud mental están subfinanciados, también proponen otorgar el financiamiento adecuado para ofrecer servicios óptimos y expandir su accesibilidad. Esto debería ir acompañado de estrategias para estimular la demanda de estos servicios, reduciendo el estigma y promoviendo su uso.

Este artículo aporta evidencia clara y abundante sobre la relación entre la pobreza y el diagnóstico de depresión y ansiedad, al tiempo que ilustra las dinámicas complejas en esta interacción. El trabajo de economistas en estos temas podría beneficiar a profesionales de la salud mental que trabajan con poblaciones económicamente desfavorecidas, a través del desarrollo de intervenciones alternativas o complementarias que aborden su realidad económica.

****

Ridley, M., Rao, G., Schilbach, F. & Patel, V. (2020). Poverty, depression, and anxiety: Causal evidence and mechanisms. Science, 370(6522), DOI: 10.1126/science.aay0214 (Link)

Similar Articles

Comments

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here

Most Popular