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Por Qué Necesitamos Repensar el Enfoque Médico de la Salud Mental Infantil

Originalmente publicado en Mad in Ireland.

Escrito por Jen Daffin y Abi Wright

Como psicólogas/os, trabajamos con bebés, niñas, niños, jóvenes y personas adultas que experimentan sufrimiento emocional. En este momento, les niñes están más tristes que en cualquier otro momento de la última década (Kessler et al., 2005). Nuestras infancias se encuentran entre las más ansiosas del mundo. En 2011, se estimaba que uno de cada ocho jóvenes de entre 10 y 15 años tenía algún problema de salud mental. Hoy en día, esa cifra ha aumentado a uno de cada cinco (NHS England, 2020; Children’s Society, 2025).

Pero esto no es un problema individual. Es un problema social. Sabemos que la desigualdad económica continúa aumentando, y que nadie vive en un vacío (Wilkinson, 2006). Por ello, en lugar de ubicar estas necesidades en las personas, es urgente situar las intervenciones en los contextos donde vivimos (WHO, 2015; Kirkbride et al., 2024).

Muches adultes acuden a profesionales como nosotres buscando respuestas y apoyo. La demanda ha aumentado tanto que las listas de espera para evaluaciones neuropsicológicas infantiles toman años. Los servicios suelen organizarse desde un enfoque médico, el cual se ha convertido en la solución dominante porque, al ser un recurso finito y no universal, necesita ser regulado. Como en muchos otros servicios públicos, el acceso se gestiona a través de diagnósticos del DSM-5 o la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades; OMS), en lugar de un sistema que refleje necesidades reales. Aun así, obtener un diagnóstico no garantiza apoyo. Además, producir un diagnóstico requiere una gran inversión de recursos.

Es importante comprender que el diagnóstico psiquiátrico es, ante todo, un sistema de clasificación (Insel, 2022). No se basa en biomarcadores identificables, desequilibrios químicos ni genes específicos detectables por pruebas médicas (Maté, 2024; Davies, 2022). Entonces, ¿por qué seguimos usándolo? Esta es una pregunta completamente válida. La falta histórica de regulación y rendición de cuentas entre la industria farmacéutica y la psiquiatría académica ha tenido un impacto global significativo (Keefe, 2022). Estos errores se han replicado y arraigado también en nuestros sistemas nacionales, como se ve en el caso del IAPT (Davies, 2021). Las definiciones poco específicas generan una gran superposición entre categorías diagnósticas: dos personas con el mismo diagnóstico pueden tener experiencias muy distintas. Esto se debe a que las emociones y conductas humanas son complejas, están entrelazadas con lo social y varían según el contexto.

Es importante reconocer que el estrés crónico puede parecerse a ciertas dificultades del neurodesarrollo u otras condiciones de salud mental (Moran, 2015), como el TDAH o el autismo. Esto puede resultar confuso para familias y escuelas. En las últimas décadas, los diagnósticos han aumentado significativamente, lo cual está relacionado con lo estresante y desconectada que se ha vuelto nuestra sociedad. No estamos satisfaciendo nuestras necesidades relacionales como deberíamos (Perry & Winfrey, 2021).

También hay cada vez más evidencia de que recibir un diagnóstico psiquiátrico según el DSM puede no tener efectos del todo positivos (Batstra & Timimi, 2024). El Estudio Longitudinal Nacional de Niñas y Niños en Irlanda (2020) mostró que, a los 13 años, quienes habían sido diagnosticades con TDAH a los 9 años presentaban más problemas emocionales, más dificultades en sus relaciones, menos conducta prosocial y peor autoimagen, en comparación con niñes con síntomas similares que no habían recibido diagnóstico (O’Connor & McNicholas, 2020).

Autism therapy. Psychologist and little boy playing with educational toy indoors, closeup

Un estudio similar en Australia comparó a 400 niñes diagnosticades con TDAH con un grupo con síntomas similares pero sin diagnóstico. A los 15 años, el grupo con diagnóstico presentaba peores resultados en múltiples áreas, incluyendo autolesiones, menor confianza académica, baja autoeficacia y conductas sociales negativas (Kazda et al., 2022).

Etiquetar a les niñes como “anormales” o “trastornades” facilita a los servicios restringir recursos, pero el beneficio real para la salud infantil es cuestionable (Batstra & Timimi, 2024). Necesitamos un enfoque que reconozca las necesidades desde una mirada basada en las fortalezas, contextual, y que celebre la diferencia y la inclusión, creando condiciones para que todes podamos florecer.


Centrarse en las personas y las relaciones: repensar los sistemas de apoyo

En un mundo cambiante y complejo, es crucial que los sistemas de apoyo y evaluación realmente sirvan a quienes dicen ayudar. Es fácil diseñar servicios centrados en las necesidades de las instituciones, sobre todo cuando los recursos son limitados. Pero necesitamos comprender a las personas desde sus realidades, sin imponer soluciones genéricas. Porque no se trata de problemas complicados, sino complejos (Carroll et al., 2022). Cambiar de una lógica de “intervenir sobre” las personas hacia una de colaboración puede marcar una diferencia real y duradera.

Aunque en el mundo actual los diagnósticos pueden facilitar acceso a servicios, estos esfuerzos deben ir acompañados de apoyos significativos. De lo contrario, seguiremos viendo un aumento en la demanda de evaluaciones sin atender las causas estructurales. Solo veremos disminuir la demanda si trabajamos también sobre las raíces del malestar. El apoyo especializado es crucial, pero no podemos pasar por alto la importancia del contexto y la necesidad de un cambio sistémico en el enfoque social hacia la inclusión, el bienestar relacional y la creación de condiciones propicias para el desarrollo humano desde el inicio.

Cada persona tiene el mismo valor, y debemos respetar la diversidad de perspectivas y creencias. Desarrollar sistemas que reflejen esta comprensión es esencial para que el apoyo sea culturalmente sensible. Hay múltiples factores que afectan las experiencias individuales, y debemos considerarlos conjuntamente para ofrecer el mejor acompañamiento posible. Reconocer la complejidad de la experiencia humana también implica aceptar que las soluciones deben ser igual de complejas, únicas según el lugar y las personas.

La Dra. Lisa Feldman Barrett, en su trabajo “Cómo se crean las emociones” (2018), explica cómo la interacción entre persona y entorno moldea nuestro mundo emocional tanto a nivel neurológico como social. Por eso, debemos priorizar políticas y apoyos guiados por principios informados por la evidencia que puedan adaptarse con flexibilidad a las diferencias de idioma, cultura y experiencia. Para ser verdaderamente inclusivos y generar transformación, necesitamos pasar de la igualdad a la equidad, y considerar qué enfoques distintos pueden ser útiles en cada contexto.


¿Y ahora qué?

Comprender y apoyar el sufrimiento requiere un enfoque colaborativo y contextual. Si enfocamos los apoyos desde las necesidades y no únicamente desde el diagnóstico, podremos construir una sociedad que acompañe de verdad a cada persona.

La evidencia respalda ofrecer apoyo basado en necesidades antes —y aun en ausencia— de una evaluación formal (Batstra & Timimi, 2024). La política “Whole School Approach” del gobierno de Gales es un excelente ejemplo de cómo aplicar esto en la práctica. Además, un enfoque preventivo genera ahorros en tiempo y costos, y mejora el impacto.


¿Qué pueden hacer las personas adultas?

  • Valore el poder de la conexión y las relaciones. Dedique un momento cada día para que su hije se conecte con personas o actividades que le importen, especialmente fuera de línea.
  • Aprenda a calmar su sistema nervioso. Sentirse segurx y en calma es esencial. Aunque cada persona necesitará algo distinto, siempre hay formas de ayudar, incluso si no podemos eliminar completamente el sufrimiento.
  • Acepte, abrace y celebre a su hije, y también a usted misme. Colabore con elle para descubrir lo que le da sentido.

¿Qué pueden hacer los servicios y gobiernos?

  • Mantener el enfoque en la equidad, la justicia social, la inclusión y las condiciones de vida reduce la necesidad de servicios de salud mental.
  • Priorizar estrategias de prevención primaria desde una perspectiva familiar, comunitaria e integrada.
  • Adoptar enfoques relacionales en lugar de conductuales. El apoyo especializado es clave, pero sin relaciones sólidas, estamos más expuestes a problemas de salud mental.

Nota: Las ideas expresadas aquí pertenecen a les autores como profesionales en su campo. Este artículo fue publicado originalmente en la edición de primavera de Children in Wales en 2025. Se han añadido las referencias eliminadas por motivos de espacio en la publicación original y se han ampliado algunas secciones en respuesta a los comentarios recibidos.

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