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Medicina y Milagros: Dentro de la Batalla Entre la Fé y la Psiquiatría

La psiquiatría y la sanación por la fé chocan mientras las personas buscan respuestas a sus problemas de salud mental. Esta historia revela por qué muches aún recurren a prácticas espirituales ancestrales junto a la medicina moderna.

Parte 1 de 4

Escrito y Reportado por Rohini Joy para Mad in South Asia

Una pequeña aldea en uno de los estados del sur de la India despertó con una trágica noticia hace veintitrés años: un incendio devastador. Nadie imaginaba que este suceso alteraría profundamente el rumbo del país en cuanto al abordaje de la salud mental.

Erwadi, en Tamil Nadu, no era un lugar cualquiera. Esta aldea albergaba la venerada dargah (santuario) de Hazrat Sultan Syed Ibrahim Shaheed Badusha, junto con las tumbas de otros santos situadas en el mismo recinto.

Durante siglos, esta dargah atrajo a peregrines de diversas religiones, todes movides por la creencia en los poderes milagrosos del santuario para curar enfermedades mentales provocadas por espíritus malignos, djinns y brujería.

Su esencia misma —el agua, el aceite de las lámparas sagradas e incluso la arena bajo los pies— se creía que tenía propiedades sanadoras.

Sin embargo, el 6 de agosto de 2001, un incendio arrasó con un hogar improvisado de atención mental basado en la fe —un tipo de alojamiento pagado muy común en Erwadi— donde las familias podían quedarse con sus familiares que vivían con enfermedades mentales.

De las 43 personas que se encontraban dentro del hogar, 25 que estaban encadenadas murieron inmediatamente tras el incendio. Quince que no estaban atadas lograron escapar, pero tres de elles fallecieron más tarde a causa de las quemaduras, elevando el total de muertes a 28.

Esto conmocionó al país, y la Corte Suprema intervino de inmediato.

Las autoridades clausuraron todos los centros de salud mental no licenciados en Erwadi. Más de 500 pacientes fueron desalojades: algunes regresaron con sus familias, otres fueron trasladades a hospitales estatales.

Sin embargo, ocurrió algo desconcertante.

Les pacientes, ahora ubicades en centros modernos, comenzaron a regresar poco a poco a la dargah. “Nadie quería quedarse en los hospitales, así que todes volvieron y empezaron a vivir aquí nuevamente”, contó Syed Ruknudeen Ibrahim, un administrador del santuario, al medio Scroll.

Escuché algo similar cuando visité dos sitios de sanación por la fe en India este año. La gente me decía que ya habían probado con médicos, terapeutas y medicamentos. Cuando nada funcionó, recurrieron a estos lugares.

No tenía sentido —a pesar de los supuestos ‘peligros’— ¿por qué les pacientes huían del cuidado psiquiátrico moderno para acudir a la sanación espiritual?

Antes de intentar responder esa pregunta, tengo otra que hacer.

¿Quién mató a Rebecca Wiley?

Con apenas 28 meses de edad, Rebecca Riley fue diagnosticada con TDAH por la psiquiatra Kayoko Kifuji en el Centro Médico Tufts-New England, en Boston.

La madre de Rebecca le había dicho al psiquiatra que la niña tenía dificultad para dormir, parecía hiperactiva y estaba “constantemente metiéndose en cosas, corriendo de un lado a otro, sin poder calmarse.” La Dra. Kifuji le recetó clonidina, un sedante potente que normalmente se utiliza para tratar la hipertensión.

A los tres años, la doctora añadió otro diagnóstico al expediente médico de Rebecca: trastorno bipolar pediátrico. Con ese diagnóstico llegó un cóctel de medicamentos potentes: Seroquel, un antipsicótico, y Depakote, un anticonvulsivo.

Rebecca murió a los cuatro años. La autopsia reveló que falleció por una sobredosis de medicamentos psiquiátricos, principalmente por intoxicación con clonidina.

Sus padres fueron hallados culpables de asesinato (acusados de usar los medicamentos para controlar su conducta y obtener pagos por discapacidad). Sin embargo, une integrante del jurado que votó a favor de la condena por asesinato en segundo grado contra la madre de Rebecca declaró“Todes estábamos muy enojades. La Dra. Kifuji también debería estar sentada en el banquillo de les acusades.”

A pesar de la controversia, el Centro Médico Tufts-New England defendió las acciones de la Dra. Kifuji. Su portavoz le dijo a CBS NEWS“La atención que brindamos fue apropiada y se mantuvo dentro de los estándares profesionales responsables.”

Pero para comprender realmente qué significan esos “estándares profesionales”, debemos examinar los criterios que la psiquiatría utiliza para definir y diagnosticar lo que se considera una “enfermedad mental”.

¿Quién es “enferme mental”?

La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), la organización psiquiátrica más grande del mundo, decide qué condiciones se consideran “enfermedades mentales” a través de votaciones. Luego, las incluye en una guía llamada DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).

El DSM es considerado la biblia para profesionales de la salud mental alrededor del mundo, y se actualiza de forma regular.

A veces, cuando hay un cambio grande en la forma en que la sociedad ve ciertos temas, se eliminan algunas “enfermedades” de la lista. Por ejemplo, en 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) decidió que la homosexualidad ya no era una enfermedad mental, y fue oficialmente eliminada del manual en 1980.

En esa misma actualización del 1980, se añadieron nuevas “enfermedades mentales”, incluyendo los llamados “trastornos disruptivos del comportamiento infantil.” Esta categoría introdujo condiciones como el trastorno por déficit de atención (que luego se renombró como trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH) y el trastorno oposicional (más adelante llamado trastorno negativista desafiante o TND).

Pero, ¿realmente es tan sencillo?

A diferencia de la salud física, la salud mental carece de señales biológicas claras, o biomarcadores, que confirmen un diagnóstico. Por ejemplo, un análisis de sangre puede indicar si une paciente ha sufrido un infarto al detectar un biomarcador específico. Pero en salud mental, no existe una prueba así.

Síntomas como la agitación y el sueño interrumpido pueden apuntar a depresión, ansiedad o esquizofrenia temprana, y el diagnóstico depende de conversaciones detalladas y cuestionarios.

Décadas de investigación sobre biomarcadores en sangre y otros indicadores no han dado resultados concluyentes. Los trastornos de salud mental son diversos y con frecuencia se superponen. Dos personas con depresión pueden compartir solo un síntoma, y la ansiedad comúnmente coexiste con la depresión.

Allen Frances, un psiquiatra estadounidense prominente que dirigió el equipo responsable de la cuarta edición del DSM, ha lanzado advertencias sobre la ampliación excesiva de los criterios diagnósticos en la versión más reciente del manual (DSM-V).

Frances cree que el DSM-V está llevando a que demasiadas personas sean diagnosticadas con condiciones de salud mental.

“Si algo puede ser mal usado, será mal usado, especialmente si hay un incentivo económico,” ha advertido Frances.

Y añade: “Las farmacéuticas, las grandes compañías de medicamentos, tienen un enorme incentivo financiero para asegurarse de que cada decisión del DSM sea mal utilizada mediante su expansión, de modo que personas que básicamente están bien sean tratadas como si estuvieran enfermas. Se convierten en los mejores clientes para las pastillas.”

Está particularmente preocupado por cómo esto afecta a les niñes, señalando que comportamientos normales en la infancia están siendo etiquetados como condiciones médicas.

“Tenemos una sobre-diagnosis escandalosa en el trastorno por déficit de atención y el autismo,” ha subrayado.

Según Frances, “su inmadurez está siendo convertida en una enfermedad, y se les está medicando básicamente por ser inmaduros.”

Así que, ¿Cómo sanamos entonces?

La respuesta a esto, quizás, se encuentra en las experiencias vividas por las personas.

Tomemos el caso de Sharada, una mujer de 35 años de la India, que lleva una década visitando con regularidad un templo de la secta Mahanubhav. Le contó a la Dra. Shubha Ranganathan que acudió al templo en busca de alivio para síntomas físicos persistentes —dolor, fiebre y vómitos— que los tratamientos médicos convencionales no lograban resolver.

La secta Mahanubhav ofrece un enfoque único de sanación. Sus templos, repartidos por el estado de Maharashtra, funcionan como refugio para quienes buscan alivio de afecciones mentales y espirituales. Enfatizan la adoración devocional directa a un solo Dios, Parameshwar, y practican el monoteísmo estricto, el vegetarianismo y la abstinencia total de alcohol.

En el templo, Sharada entraba en estados de trance, y después continuaba visitándolo con regularidad. Con el tiempo, empezó a interpretar más de sus problemas como episodios de “posesión”. En los días en que los conflictos familiares la abrumaban, huía al templo, sabiendo que allí encontraría refugio.

Para ella, el templo era un santuario: un espacio que le permitía navegar las intersecciones entre su bienestar físico, emocional y espiritual.

En otro lugar de sanación por la fe en la India —el Templo de Balaji, en Rajasthan— les visitantes se privan del sueño, comen alimentos amargos o sin sabor, se amarran con cadenas, golpean sus cuerpos contra las paredes o mueven la cabeza en círculos repetitivos durante largos periodos de tiempo para sanar.

Mientras tanto, en Nueva Zelanda, Diana Kopua utiliza su rol como jefa de psiquiatría en Gisborne para incorporar perspectivas indígenas en el cuidado de la salud mental. Desarrolló Mahi a Atua, un enfoque único que utiliza las historias de la creación maorí para comprender y tratar el malestar mental dentro de la comunidad maorí.

De forma similar, en Singapur, la sanación dang-ki representa otra forma poderosa de atención indígena a la salud mental. Les sanadores dang-ki, o médiums espirituales, entran en estados de trance para comunicarse con deidades y espíritus, y luego ayudan a otres con sus problemas.

Pero la pregunta obvia es: si las formas indígenas y ancestrales de sanación han funcionado tan bien, ¿por qué se desarrolló entonces el cuidado psiquiátrico moderno?

La historia tiene algunas respuestas.

Los Orígenes De La Locura

La evolución del cuidado psiquiátrico moderno está profundamente marcada por dinámicas de poder, control y dominación. La manera en que pensamos sobre la “locura”, la “insania” y su tratamiento tiene mucho que ver con el proyecto colonial global.

El historiador Michel Foucault nos muestra que, en el pasado, la locura era vista simplemente como un comportamiento irracional, sin distinguirse mucho de las enfermedades físicas. La mente y el cuerpo eran concebidos como profundamente entrelazados, sin una separación clara.

Pero hacia finales del siglo XVIII en Europa, esta visión comenzó a cambiar. La locura pasó a considerarse un problema psicológico, vinculado al estado moral y mental de la persona, más que a su salud física. Este cambio reflejaba transformaciones sociales más amplias, donde las comunidades comenzaron a priorizar el control por encima del tratamiento.

Instituciones como el Hôpital Général en París no fueron creadas para sanar a personas con trastornos mentales, sino para aislarles de la sociedad. Foucault sugiere que esto respondía más a una necesidad de mantener el orden social que a un verdadero avance en el conocimiento médico.

En India, mucho antes del dominio colonial, los textos tradicionales ya describían la enfermedad mental en términos de perturbaciones espirituales y emocionales. Sin embargo, el dominio británico introdujo un enfoque completamente distinto.

Bajo el mandato británico, comportamientos que antes eran vistos como parte del estilo de vida ascético —como el vagar sin rumbo— comenzaron a ser reinterpretados como síntomas de enfermedad mental.

El primer manicomio en Mumbai fue establecido en la década de 1740. Para el siglo XIX, los británicos ya habían creado instalaciones similares en todos sus territorios en la India. La Ley de la Locura de 1858 legalizó y reforzó el confinamiento de personas con trastornos mentales, entrelazando la atención a la salud mental con el aparato de control colonial.

Los manicomios estaban segregados, con instalaciones separadas para europees e indies, y a menudo forzaban a les internes a realizar trabajos, convirtiéndolos en empresas rentables. La perspectiva británica sobre la “locura” estaba profundamente influenciada por sus propias normas sociales, incluyendo las distinciones de clase y la importancia de una ética de trabajo rígida.

Este enfoque occidental fue impuesto en las colonias, eclipsando los ricos saberes indígenas sobre cómo comprender y tratar la salud mental.

De hecho, la misma Asociación Americana de Psiquiatría (APA) también ha reconocido esto.

En una disculpa pública emitida en 2021, la organización admitió que las personas afroamericanas e indígenas que vivían con enfermedades mentales fueron a menudo maltratadas, sometidas a experimentos abusivos y teorías dañinas bajo el disfraz de investigación científica.

“Desde la creación de la APA, les profesionales han sometido en ocasiones a personas de ascendencia africana e indígenas que sufrían de enfermedades mentales a tratamientos abusivos, experimentación, victimización en nombre de la ‘evidencia científica’, junto con teorías racializadas que intentaban confirmar su estatus de inferioridad,” se lee en la disculpa pública.

La organización también ha reconocido que aún existen disparidades significativas en la forma en que se diagnostican condiciones de salud mental como la esquizofrenia, particularmente entre pacientes blancos y personas de comunidades negras, indígenas y de color (BIPOC, por sus siglas en inglés).

Y ahora, ¿Qué?

Como señalé en una de las secciones anteriores, no existen pruebas concluyentes para diagnosticar enfermedades mentales. Varias personas expertas y críticas del campo han señalado que, por lo tanto, el diagnóstico termina dependiendo en gran medida de la experiencia propia de la persona.

Esto significa que quienes atraviesan por un sufrimiento psíquico comprenden su experiencia mejor que nadie. Tienen la capacidad y la inteligencia para saber qué les ayuda y qué les hace daño.

Así que, si alguien está lidiando con una tristeza profunda y debilitante y dice que los antidepresivos le ayudaron a sentirse mejor, debemos confiar en eso. Por otro lado, si otra persona encuentra sanación visitando a une sanadore indígena, su historia es igual de válida.

Lo que debemos estar dispuestes a entender es que la historia de la salud mental no es lineal. Ciertamente, no se trata de que antes maltratábamos a personas con sufrimiento psíquico y ahora, gracias a la Ciencia, somos iluminades y compasives.

La historia de Jarrod Clyne es un recordatorio escalofriante de las prácticas coercitivas de la psiquiatría moderna. “Me sujetaron, me amarraron, me medicaron a la fuerza y me encerraron en una celda de aislamiento,” escribe.

El caso de Willowbrook, una institución psiquiátrica en Staten Island, nos revela que niñes fueron deliberadamente expuestes a hepatitis mediante agua potable y heces contaminadas.

Aquí, aquí y aquí se pueden leer más testimonios personales de personas que pasaron por instituciones psiquiátricas, y que vivieron experiencias traumáticas —con medicamentos, abuso y negligencia.

Así que, la psiquiatría no es, en absoluto, esa salvadora infalible que a menudo pretende ser. Tenemos que enfrentar una verdad incómoda: incontables personas han encontrado sanación fuera de sus límites rígidos, recurriendo a recursos culturales, espirituales y personales diversos.

En esta serie de cuatro partes, estaremos contando historias de sufrimiento humano y de las distintas formas en que personas en distintas regiones de India han elegido afrontarlo. Como alguien que ha pasado incontables horas entrevistando, escuchando y tratando de comprender estas historias, solo tengo una petición:

Por favor, mantenga la mente abierta —a visiones, experiencias y perspectivas que quizás le parezcan ajenas, increíbles o incluso problemáticas a primera vista. Tal vez le ofrezcan una visión sobre la psiquiatría, la psicología y el sufrimiento humano que nunca antes había considerado.

(Esta es la primera entrega de una serie de cuatro partes sobre la sanación por la fe en India. Para leer las partes dos, tres y cuatro haga clic)
(Con aportaciones de la Dra. Ayurdhi Dhar)

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