En el Templo Balaji de la India, la fe interviene donde la psiquiatría falla. ¿Es esto una creencia ciega o hay más en esta historia de lo que parece?
Escrito y Reportado por Rohini Joy
“Era como si algo me arrastrara, forzando mi cabeza hacia la pared, y no podía detenerlo,” dijo Sunita Saini, con la voz ligeramente temblorosa.
“No había nada que pudiera hacer, excepto golpear mi cabeza contra la pared una y otra vez, hasta que todo se volvió oscuro”, añadió Saini.
Durante años, esta mujer de 40 años, originaria de Panipat en la India, vivió con miedo: estaba convencida de que un espíritu había tomado el control de su cuerpo. La instaba a quitarse la vida y la obligaba a hacerse daño.

Conocí a Sunita una cálida tarde de marzo, mientras caminaba por la carretera que conduce al Templo Balaji en el pueblo de Mehandipur, ubicado en Rajasthan, un estado al oeste de la India. Este sitio de sanación espiritual, con mil años de antigüedad y dedicado a la deidad hindú Hanuman, es conocido en toda la India por su poder para curar a quienes están afligidos por espíritus y fuerzas sobrenaturales.
“Después de venir a Balaji, el espíritu finalmente desapareció,” me contó.
¿Cómo Sunita mejoró?
Cuando Sunita llegó por primera vez al templo, participó en un ritual llamado ‘peshi’, una práctica en la que las personas que se cree están poseídas por espíritus entran en un estado de trance en el salón principal (durbar) del templo. Quienes atraviesan este proceso, como Sunita, son llamados ‘Sankatwalas’, es decir, personas que experimentan un sufrimiento profundo. El enfoque del templo consiste en una serie de rituales intensos diseñados para expulsar a estos espíritus. Estos suelen incluir privación de sueño, consumo de alimentos amargos, trabajo físico arduo y, a veces, incluso la restricción física. En el caso de Sunita, se le indicó que se sentara en una pequeña habitación designada para quienes estaban poseídos por ‘espíritus difíciles’ y que se golpeara contra las paredes.

Cuando le pregunté si esto le causaba dolor, ella explicó con calma: “No recuerdo haber sentido dolor. Durante toda la posesión, sentía que era una extraña en mi propio cuerpo. Así que no, no sentía nada hasta que me di cuenta de que el espíritu se había ido. Sabía que tenía que hacer esto para mejorar. Después de unos días, se había ido,” dijo.
Antes de llegar a Balaji, Sunita había consultado a médicos y probado medicamentos.
“Me disgustaba cuando los médicos me decían que había algo mal en mi mente,” dijo, con un matiz de frustración en su voz. “Los medicamentos que me recetaron me hacían sentir algo similar a cuando estaba poseída —aunque no causaban comportamientos violentos, aún me sentía desconectada de mí misma. Era como si siempre estuviera… ausente,” añadió.
Sanación de Fe & Psiquiatría
Cuando le pregunté si esto le causaba dolor, ella explicó con calma: “No recuerdo haber sentido dolor. Durante toda la posesión, sentía que era una extraña en mi propio cuerpo. Así que no, no sentía nada hasta que me di cuenta de que el espíritu se había ido. Sabía que tenía que hacer esto para mejorar. Después de unos días, se había ido,” dijo.
Antes de llegar a Balaji, Sunita había consultado a médicos y probado medicamentos. “Me disgustaba cuando los médicos me decían que había algo mal en mi mente,” dijo, con un matiz de frustración en su voz. “Los medicamentos que me recetaron me hacían sentir algo similar a cuando estaba poseída —aunque no causaban comportamientos violentos, aún me sentía desconectada de mí misma. Era como si siempre estuviera… ausente,” añadió.
“El Espiritu se burlaba de nosotres”
“El espíritu nos habla, se burla de nosotros. Nos dice por qué está aquí: para arruinar a nuestra familia,” dijo Mishra. Describió el tormento que soportaron: dolores corporales constantes, llagas que se sentían como si les frotaran sal, una ansiedad paralizante y una voz demoníaca que se burlaba de sus desesperados intentos por encontrar paz.

Durante más de treinta años, Mishra buscó ayuda médica, pasando de un doctor a otro. Pero, a pesar de años de tratamiento, el alivio seguía siendo inalcanzable. Luego, escuchó hablar del Templo de Mehandipur Balaji por medio de un doctor cuyo hijo había sido llevado a la “locura” por una aflicción similar. El doctor llevó a su hijo al templo, y después de realizar los rituales, el niño fue curado. “Viene y se va… pero nunca se va por completo,” me dijo Mishra. “Cuando vengo aquí a Balaji, todo mejora. Me quedo meses, y Balaji (Dios) me hace saber cuándo es el momento de irme.” Sin embargo, mientras relataba sus experiencias, su tono cambió. Habló de cómo el templo había cambiado a lo largo de los años debido al creciente escrutinio de activistas de derechos humanos y funcionarios gubernamentales. “Antes, la gente podía resolver todos sus problemas dentro del templo,” dijo con un matiz de resignación. “Pero ahora, por estos cambios, todos tienen que sentarse fuera del templo. El durbar (salón principal) está cerrado,” añadió.
“Nos quedamos aqui hasta que ella mejore”
Los problemas de Asha, de dieciséis años, comenzaron poco después de casarse —un matrimonio infantil, como tantos otros en su aldea. A tan solo unos meses de su nueva vida, empezó a experimentar convulsiones violentas. “Cada vez que el espíritu viene, ella empieza a temblar violentamente y a hablar en un idioma que ninguno de nosotros entiende,” explicó su madre. Antes, familias como la de Asha encontraban refugio dentro de los terrenos del templo, donde podían quedarse y participar en los rituales. Pero los cambios en el templo significaron que esos espacios ya no estaban disponibles. Cuando conocí a la familia de Asha, estaban apiñados al borde de la carretera, cocinando una comida sencilla sobre una pequeña fogata. Sus ropas desgastadas y la naturaleza improvisada de su campamento indicaban que llevaban allí bastante tiempo.
¿Qué cambió?
Mucho antes de ir a Balaji, ya había oído hablar de los trances y de los espacios dedicados a quienes se creía que estaban poseídos. Pero cuando llegué allí, el templo se veía como cualquier otro santuario hindú. El espacio donde antes las personas entraban en trance había sido cerrado. Quienes creían estar poseídos ahora se sentaban en la carretera que conduce al templo, en lugar de estar dentro. Actualmente, les devotas llevan incienso y flores, esperan pacientemente su turno y solo se les permite pasar unos breves diez segundos frente a la deidad antes de ser guiades hacia la salida. Anubha Sood, quien visitó el templo en 2012, observó un cambio similar. En su investigación, señaló que desde 2009-2010 en adelante, el uso de espacios como el Bhangiwara —donde antes se atendían los casos más difíciles— había sido restringido. Pero este cambio no se dio sin consecuencias. Cuando Sood preguntó a los funcionarios del templo sobre esta transformación, le explicaron que las restricciones se implementaron por preocupación ante los posibles daños que estos rituales podían causar.
Un gran cartel en la entrada del templo dejaba claro que tales prácticas extremas ahora se consideraban violaciones de derechos humanos, y que el templo ya no las permitía.
Como no tenían recursos para pagar las casas de huéspedes cercanas, decidieron acampar en las calles cerca del templo hasta que Asha mejorara. “¿Qué podemos hacer? Ella tiene que sanar. Esta era nuestra única opción. No podemos vivir adentro, así que viviremos aquí [en la carretera] hasta que [el espíritu] se vaya,” dijo su padre.

Así que, ¿Cuál es la salida?
Regular los sitios de sanación por la fe no es necesariamente algo malo, señaló la investigadora y practicante Siddiqui. Si bien reconoció que las prácticas de sanación en estos espacios pueden ser efectivas para muchas personas, enfatizó que, al igual que las instituciones psiquiátricas, los sitios de sanación espiritual también son susceptibles de malos usos. Aunque las personas con las que hablé en el Templo Balaji no insinuaron explotación, sí existen reportes de abuso y fraude en distintos sitios de sanación por la fe en la India.
Por ejemplo, Asaram Bapu, un autoproclamado gurú, fue condenado por violar a una menor. En Haryana, Jalebi Baba, otro sanador espiritual, fue encontrado culpable de violar a más de 100 mujeres. En Cachemira, Aijaz Ahmad Sheikh enfrentó serias acusaciones de abuso sexual contra menores.
El fraude también es común. A menudo, les sanadores se aprovechan de personas desesperadas, ofreciendo falsas promesas de curas milagrosas mientras les extraen dinero y objetos de valor. Ante estos hechos, Siddiqui considera que la regulación no solo es importante, sino esencial. “La supervisión legal en los sitios de sanación por la fe es absolutamente necesaria,” afirma. “A menudo ocurren violaciones de derechos humanos, y eso no está bien. Solo porque estas prácticas sean tradicionales o culturales no significa que tengan vía libre para hacer lo que quieran.”
Según ella, cualquier espacio no regulado, ya sea religioso o científico, puede ser problemático. Sin embargo, esto no significa que estas prácticas deban ser eliminadas por completo. Aunque los abusos están bien documentados, también lo están los beneficios.
Este estudio destaca cómo la estancia en un sitio de sanación espiritual en el sur de la India trajo alivio a muches visitantes. La clave, sugiere Siddiqui, es una regulación que proteja a las personas al mismo tiempo que respete su derecho a buscar la forma de sanación que más resuene con ellas. Señaló que no todo funciona para todes: así como el modelo médico occidental puede funcionar para algunas personas, la sanación espiritual puede ser más efectiva para otras. “Lo que la sanación por la fe me ha enseñado es a escuchar mejor a mis clientes, a comprender sus experiencias con una mente abierta,” dijo Siddiqui.
“Entiendo que no todas las personas”
La cuestión, entonces, es encontrar algo que funcione para nosotros. Como lo expresó Sunil Sharma, un comerciante de la zona: “Mis creencias son mías, y tus creencias son tuyas.”
“La gente educada no cree en esto. Y lo entiendo. Cada quien tiene su propia perspectiva, sus propios pensamientos. Ustedes [los de la ciudad] crecieron pensando que solo los médicos y los medicamentos pueden resolver los problemas. Pero yo crecí viendo cómo la gente mejoraba gracias a este templo,” continuó, con voz tranquila y segura. “Al final, todo es válido. Lo que importa es que encontremos algo que nos ayude, algo que nos brinde paz,” dijo.
(Esta es la segunda parte de una serie de cuatro entregas sobre la sanación por la fe en India. Para leer las partes uno, tres y cuatro, presione el número deseado.
Rohini Roy has reported on law and social justice as a journalist and now juggles both journalism and copywriting projects. When she’s not writing, she’s either lost in a good book, working on embroidery, or enjoying time with her dogs—always with a bowl of hot rice and butter close by!