Un nuevo estudio encuentra que las benzodiacepinas—alprazolam (Xanax), lorazepam (Ativan), and diazepam (Valium)—están asociadas con un aumento en suicidalidad.
Por Richard Sears
Un nuevo estudio publicado en Psychiatry Research encuentra que el alprazolam, comúnmente vendido como Xanax, está vinculado a un mayor riesgo de eventos suicidas. De hecho, todas las benzodiacepinas examinadas en la investigación actual, incluyendo el diazepam (comercializado frecuentemente como Valium) y el lorazepam (Ativan), también estuvieron asociadas con un mayor riesgo de suicidio. El buspirona, el único medicamento ansiolítico no benzodiacepínico analizado en este estudio, mostró una asociación significativamente más débil con el riesgo de suicidio.
La investigación, liderada por Robert Gibbons de la Universidad de Chicago, también encontró que el riesgo de suicidio aumentó en un 5 % por cada mes de tratamiento con alprazolam.
Les autores escriben:
“El alprazolam se asoció con más del doble del riesgo de intentos de suicidio. Un análisis de respuesta a la duración para la dosis modal (0.5 mg) reveló un aumento del 5 % en los eventos suicidas por cada mes adicional de tratamiento. Análisis paralelos con benzodiacepinas de acción prolongada (diazepam) y de acción corta (lorazepam) mostraron asociaciones similares, mientras que el ansiolítico no benzodiacepínico, buspirona, presentó un riesgo significativamente menor y ningún aumento en el riesgo en pacientes con antecedentes de intentos de suicidio.”

La investigación actual fue diseñada como una indagación más rigurosa de estudios previos que mostraban un vínculo entre el alprazolam y el suicidio. Los autores buscaron emular un ensayo controlado aleatorizado para examinar la asociación entre el alprazolam y el suicidio, al tiempo que realizaron un análisis paralelo del lorazepam, el diazepam y la buspirona.
Los autores utilizaron datos de las bases de datos MarketScan Commercial Claims and Encounters, que almacenan información sobre reclamaciones de servicios de usuarios/as en hospitalización, atención ambulatoria y prescripción de medicamentos de más de 100 aseguradoras en Estados Unidos. Las mediciones de intentos de suicidio y comportamientos autolesivos se basaron en los códigos de la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud, reclamaciones de servicios, diagnósticos y prescripciones relacionadas con el riesgo suicida.
Los datos utilizados en el estudio actual fueron recopilados entre 2010 y 2020. Para ser incluidas/os en la investigación, las/os usuarias/os de servicios debían haber surtido una receta de alprazolam entre 2012 y 2019. Se excluyeron aquellas personas con prescripciones previas de alprazolam o intentos de suicidio en los dos años anteriores al estudio. También se excluyó a menores de 18 años.
Las/os usuarias/os de servicios fueron seguidas/os por un período de hasta dos años. El seguimiento finalizó cuando la persona dejó de estar inscrita en su plan de salud, falleció, intentó suicidarse o presentó conductas de autolesión. En total, la investigación analizó datos de 2,495,520 usuarias/os de servicios. Los autores compararon el riesgo de eventos suicidas durante los períodos en los que las/os participantes estaban usando alprazolam con los períodos en los que no lo estaban usando.
La mayoría de las/os participantes eran hombres (69.66%). El diagnóstico más común entre ellas/os fue el trastorno de ansiedad (43.85%), seguido por la depresión (19.93%). Otros diagnósticos representados en el estudio incluyen el trastorno por consumo de sustancias (3%), TDAH (4.25%), esquizofrenia (0.15%) y trastorno bipolar (3.34%).
El 44.9% de las/os participantes estaban tomando antidepresivos junto con alprazolam. El 15.43% estaban tomando relajantes musculares y el 10.89% estaban usando un fármaco para el insomnio. Otros medicamentos utilizados junto con el alprazolam en el estudio incluyen: fármacos para el TDAH (6.27%), antipsicóticos (4.26%), estabilizadores del estado de ánimo (2.25%), gabapentinoides (5.99%), medicamentos para el trastorno por consumo de alcohol (0.10%), fármacos para el trastorno por consumo de opioides (0.81%), ansiolíticos no benzodiacepínicos (5.82%), antiepilépticos (4.22%) y fármacos para la cesación del tabaco (1.26%).
Los autores estiman que el uso continuo de alprazolam está asociado con un aumento de 2.21 veces en el riesgo de eventos suicidas en comparación con la no utilización. Al excluir los casos de sobredosis de alprazolam, el riesgo de eventos suicidas seguía siendo más del doble (2.10).
Las/os participantes que usaban alprazolam sin un diagnóstico psiquiátrico presentaban un riesgo de eventos suicidas más de tres veces mayor (3.04) en comparación con el riesgo más de duplicado (2.24) en aquellas personas con diagnóstico. Las/os usuarias/os de servicios que tomaban alprazolam junto con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) tenían un riesgo duplicado (2.01) de eventos suicidas, en comparación con un aumento de 2.56 veces en el riesgo observado en aquellas/os que no usaban ISRS.
Todos los fármacos examinados en el análisis paralelo también estuvieron vinculados a un mayor riesgo de eventos suicidas. El diazepam, comúnmente vendido como Valium, mostró la asociación más significativa, con un riesgo de eventos suicidas casi triplicado (2.87). El lorazepam (Ativan) estuvo asociado con un aumento de 1.83 veces en el riesgo de eventos suicidas. La buspirona, el único ansiolítico no benzodiacepínico examinado en el estudio, mostró la asociación más débil, con un aumento de 1.25 veces en el riesgo de eventos suicidas. En personas con antecedentes de intentos de suicidio, la buspirona no se asoció con un aumento del riesgo de eventos suicidas.
Los autores señalan que la tasa de eventos suicidas reportada en la investigación actual fue de 120 por cada 100,000 personas. Esto es significativamente menor que el promedio nacional en EE. UU., que es de 600 por cada 100,000 personas. Una posible explicación ofrecida por los autores es el registro incompleto de eventos suicidas en los datos de reclamaciones de seguros utilizados en el estudio.
Los autores reconocen varias limitaciones en la investigación. El estudio utilizó un diseño observacional, lo que significa que las/os participantes pueden no representar a la población en general. Además, es probable que los datos de reclamaciones de seguros subestimen el número real de eventos suicidas. La prescripción de alprazolam pudo haber coincidido con períodos en los que las/os usuarias/os de servicios experimentaban una ansiedad elevada, lo que podría haber contribuido a un aumento del riesgo de suicidio. Dado que la investigación se basó en datos de reclamaciones de seguros en EE. UU., su generalización a otras poblaciones es limitada.
Les autores concluyen:
“Nuestros hallazgos indican que la suicidabilidad debe ser monitoreada de cerca en pacientes a quienes se les prescriben benzodiacepinas en general, tanto de acción corta como de acción prolongada, y que se consideren medicamentos ansiolíticos alternativos no benzodiacepínicos para el tratamiento de la ansiedad en pacientes con riesgo suicida.”
Investigaciones previas han vinculado el uso de benzodiacepinas con el suicidio, daño cerebral, desempleo/discapacidad. Las/os usuarias/os de servicios han reportado efectos adversos asociados con las benzodiacepinas, como fatiga, ansiedad y pérdida de memoria, incluso mucho tiempo después de haber dejado de tomar estos fármacos.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) ha reconocido que las/os usuarias/os pueden volverse adictas/os a estas sustancias después de solo “varios días” de uso. La abstinencia de benzodiacepinas puede ser devastadora y prolongada, con algunas personas reportando síntomas de abstinencia durante años después de haber dejado de tomar estos fármacos.
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Gibbons, R. et. al. (2024). Risk of suicide attempts and intentional self-harm on alprazolam. Psychiatry Research, 335(2024). (Link)

Richard Sears teaches psychology at West Georgia Technical College and is studying to receive a PhD in consciousness and society from the University of West Georgia. He has previously worked in crisis stabilization units as an intake assessor and crisis line operator. His current research interests include the delineation between institutions and the individuals that make them up, dehumanization and its relationship to exaltation, and natural substitutes for potentially harmful psychopharmacological interventions.