Entrevista a Francisco por Laura López-Aybar
Laura: ¿Cómo tú describirías tus hospitalizaciones psiquiátricas?
Francisco: Pues se supone que es un proceso de mejorar y de alguna forma u otra, ahora la puedo ver como proceso de crecimiento dentro del mismo trauma. Uno llega con unos asuntos y sale con otros. Es el trato, buscando una ayuda, pero uno se puede sentir por momentos como un prisionero, como un criminal, como una persona que es un problema, una persona que es un pesar. En ocasiones, pueden aniñar a uno o pueden tratarte como si uno fuera parte del ganado por decirlo así. Como parte de las ovejas que hay que mantener acarreadas o algo así.
Laura: ¿A qué te refieres?
Francisco: Las medidas disciplinarias, y entiendo los protocolos en parte, lo que no entiendo son las formas. Pues hay unas horas en específico y uno no puede cuestionarlo y uno no puede negarse. Hay unas expectativas del comportamiento de los participantes que están dentro de los programas que si no cumples con ellas o te gritan o te llaman la atención o te amedrentan o te amenazan con que te van a meter en otra área o que te van a inyectar o dar medicamentos para tranquilizarte, o que van a tomar otras medidas.
Laura: ¿Te pasó eso o viste eso en algún momento dado?
Francisco: Sí y tengo mis lagunas también, de los eventos. Tuve sobre medicación. Algo de las hospitalizaciones que me choca es cuanto de mi consciencia se desaparece, como estoy tan delicado, hay muchas de las cosas que olvido. Pierdo la noción del tiempo, espacio, de los días. Uno de los días que estuve sobremedicados, recuerdo que me acosté temprano y no me podía levantar al otro día. Mi cuerpo aguantó tanto las ganas de ir al baño que cuando fui tuve dolor. Le reporté a enfermería que me sentía demasiado “druggy” y me dijeron que tenía que esperar a que el psiquíatra diera la visita. Subestimaron la dosis básicamente. Me la bajaron y me fueron cambiando, pero yo seguía con los pensamientos intrusivos y luego de salir reportando que no podía guiar. Yo llevo sin supervisión psiquiátrica desde hace dos años y sigo tomando medicamentos. Me los receta un doctor de cabecera que entiende que me han hecho bien y el sigue dándome la receta de forma automática. En la hospitalización más reciente, yo en un momento dado pensé que iba a perder mi vida. Me costaba mucho trabajo salir de la cama, por el efecto de los medicamentos. No sé cómo estaban mis vitales, pero yo me sentía súper débil, súper maread, podía sentir hasta los latidos de mi corazón y estaba completamente ido y disfuncional. Yo decía “guau perdí la mente”.
Una vez, pasé frío porque no me dieron mis cosas, mi familiar me había llevado las cosas y no fue hasta el día siguiente o 2 días después que me dieron las cosas para abrigarme. Mis hospitalizaciones fueron de adulto joven y de adulto, pero con tratamiento psiquiátrico desde adolescente casi niño. Tenía problemas con el sueño, con ansiedad, a cada rato me cambiaban los diagnósticos. Y nunca fueron tan asertivos, diría yo. Una cosa era lo que veían los psiquiatras, lo que percibían los maestros y otra la que percibía mi familia. Yo no tenía autonomía, yo no tenía forma de expresar las cosas o no tenía el vocabulario, no tenía las herramientas.
Una vez, después de una llamada telefónica que desencadenó en ira por mi parte, me frustré, fui al baño, grité, pataleé contra la puerta del baño y contra el zafacón plástico que había en el baño y estaba llorando desesperadamente. Cuando intervinieron conmigo me pusieron medicamento por inyección, un tranquilizante, me encerraron en el área de supervisión de las enfermeras y me amarraron y me dieron una terapia de electroshock sin mi consentimiento. También, me lo habían propuesto ahora en la más reciente porque yo le había comentado que eso había sucedido y me dijeron “ah, pero eso no es tan malo” y que no lo viera, así como algo malo o negativo, o traumático.
(Francisco reporta que no le hablaron de los efectos secundarios de las terapias de electroshock antes de dársela y que él ya estaba tranquilo cuando esto ocurrió)
Laura: ¿Qué detonantes de coraje o frustración observabas por parte de otros pacientes?
Francisco: Muchas veces era por la falta de libertad en cuanto a las horas de dormir, la comida, gente que quería fumar, por el volumen del televisor o lo que estaban viendo o si querían algo diferente. El televisor lo controlaban pacientes o la administración. Las imposiciones de tienes que hacer esto o lo otro y la forma en que te lo decían.
Laura: ¿Cómo ha sido el proceso de admisión al hospital psiquiátrico?
Francisco: En esas ocasiones los empleadores han sido chévere, ya cuando te pasan otra sala más adentro de los hospitales que interviene el o la psiquíatra, pues ahí la cosa se transforma tanto todo el ambiente de la luz el espacio el estrato a forma se transforma, es mucho más serio mucho más lúgubre diría yo. Es una entrevista casi formal como si fuera una entrevista de trabajo, pero a la misma vez como si te fueran a ingresar a una prisión. Ya me he dado cuenta con otras personas que hay unas preguntas que si las respondes de cierta forma implican que te van a dejar más tiempo hospitalizado. Hay muchos pacientes que aprenden a decir no voy a contestar, voy a contestar lo que ellos quieren que yo diga para poder tener la libertad que necesito. También el “no puedes usar esto, no puedes hacer esto, no puedes hacer lo otro, tienes que estar sin gabetes en los zapatos, no puedes usar aparatos electrónicos, te tienes que desconectar del mundo exterior”. Yo quería llevar una libreta y no me dejaron. En las primeras si, en esta no. La respuesta que me dió alguien del personal es que tenía que cogerme unas vacaciones del mundo. Que querían que lo que estuviese escribiendo o estuviese leyendo no fuese a desencadenar otro tipo de emociones. “No se puede supervisar todas las lecturas, no sabemos si una lectura te puede llevar al llanto o te puede llevar a la ira. Por ejemplo, un periódico o las noticias o las cosas que estuvieran pasando afuera, como un asesinato o la corrupción, pues para que enterarse de las cosas que están pasando afuera”. Eso lo asimilé, lo acepté, pero por otro lado había tiempo que lo que hacía era mirar las paredes, caminar en el pasillo, estar en silencio completamente, compartir con los otros compañeros, hablar con los otros compañeros.
Laura: Volviendo para atrás, ¿qué te hacía sentir prisionero estando en el hospital?
Francisco: Además de que las puertas y ventanas todas son de seguridad y todas las secciones tienen que pasar por un control, por unas claves, por unas llaves de seguridad específicas, siempre están observando uno y como que con miedo de que “¿pa’ dónde vas?” “quédate por acá” o “no te vayas para allá”, las llamadas supervisadas, la limitación. Recuerdo que había unas salas en específico que se nos advertía que tenían mayor vigilancia que otras y que si nos comportamos de una forma u otra nos pasaban a otra sala, según nos fuéramos comportando.
Laura: Cambiando un poco de tema, me hablaste de que tuviste sobre medicación, ¿Me puedes contar un poco de los medicamentos que te han recetado?
Francisco: Yo llevo tomando medicamentos desde adolescente o preadolescente. Paxil,
Prozac, Wellbutrin, Lamictal, Zoloft, Effexor, Ambien, Klonopin, Abilify Y Litio. Abilify me empezó a dar manías y eso me empecé a cuestionar mi sanidad mental y yo pensaba “¿qué es esto?, estoy imaginando escenas violentas en mi mente”. Yo hablando contigo y de momento me estoy imaginando halándote el pelo o unas cosas que yo decía “que son estas posesiones que yo tengo por dentro? ¿De dónde vienen estos pensamientos intrusivos?” Le cogí miedo y también a las Klonopin porque me dejaban disfuncional.
Laura: ¿te hablaron de los efectos secundarios de los medicamentos?
Francisco: Nunca. Siempre te entregan la literatura y eso. Además de que cuando uno los lee, le dije “mira, esto me puede causar tal y tal cosa” y me dijeron “sacho si vas a estar pendiente a todo lo que dicen los papeles vas a tener miedo todo el tiempo y no vas a querer recurrir a los tratamientos. Todos los medicamentos tienen efectos secundarios, depende de la dosificación, del cuerpo, de cómo lo tomes, depende de muchas cosas, y pues como todo en esta vida tiene unos” Los panfletos te los dan cuando uno va a la farmacia a comprar el medicamento. No es el psiquiatra. En menos de un mes o de dos semanas o tres semanas ya tenía efectos. Recuerdo que un día casi choco y no podía guiar, eso me frustraba porque tenía que depender de un familiar y era el familiar con quien me sentía más a disgusto y esto hizo que no sintiera que pudiese progresar. Verme dependiendo de esa persona. Yo quería mi libertad, independencia y autonomía, pero los medicamentos no me permitían tenerlo porque no estaba funcional, podía causar un accidente o hacerle daño a otra persona. Yo estaba entre teniendo sueño, temblores, imaginando cosas, problemas de memoria persistentes, teniendo los pensamientos intrusivos, etc. Yo soy una persona que tengo una memoria casi fotográfica de cosas y de traumas de niñez. Te lo digo, pero ahora adulto, me olvido de muchas cosas. Hay veces que trato de justificarlo y entender si es el ADD, que no está siendo atendido o si es que necesito algún otro medicamento o si es a raíz de los varios traumas o de la cantidad de medicamentos que me dieron o de los tratamientos que me dieron. Así que muchas veces, pues cuestionó tanto mi sanidad mental actual como me da ansiedad del futuro de cómo pueda desarrollarse. A veces, veo personas que también tienen depresión y terminan como deambulantes, y yo me he visto ahí me he visto, como que eso me pudiese suceder y esperemos que no pase.
Laura: Que horrible de verdad, ¿Qué te dijeron de los medicamentos y de cómo se verán en tu vida?
Francisco: La mayoría me ha dicho que los voy a tomar de por vida, otros me han dicho que no. Hay algunos que dicen que puedo complementar o bajar la dosis. Me he visto en situaciones en que quiero bajar la dosis, subirla o bajarla. Los medicamentos más que tratar el trauma, más que tratar el problema que tengo, lo que tratan la manifestación física de mis emociones y lo que no he podido trabajar. Y pues el apetito, el sueño, la libido mejoran y se empeoran, depende del medicamento. Me los quitan y de momento me dan esos efectos de temblequeo, dolor en las manos, restless leg syndrome.
Laura: y para finalizar, ¿tu volverías a recurrir a una hospitalización psiquiátrica?
Francisco: No lo descarto porque el conseguir psiquiatra, conseguir psicólogo, pues ha sido tan difícil y tan cuesta arriba que desencadena en recurrir a una hospitalización porque es mi último recurso. No se ataca el problema que estaba alrededor, pero llega el momento en que uno lo ve como un refugio, pero como una prisión, es la constante. Yo hubiese querido estar más tiempo afuera bregando con las plantas, escuchando los animales, los pajaritos, al aire fresco, leyendo o pintando o esculpiendo, aprendiendo algo nuevo, bregando con cocina, bregando con cosas prácticas y útiles, teniendo mayor terapia.
Laura López-Aybar es una sobreviviente de violencia psiquiátrica, intrafamiliar y de género. Posee un doctorado en psicología clínica de Adelphi University en Nueva York y hace investigación multi métodos en determinantes sociales de la salud emocional, primordialmente estigma, discriminación, violencia de género y cambio climático. Aboga abiertamente por experiencia personal y empírica por la abolición y reforma de los sistemas carcelarios, incluyendo el sistema de salud mental desde la práctica de la psicología crítica. Pueden encontrar más de su trabajo en su página de Instagram @aybarpsicologiacritica.