En medio de un aumento drástico de las condiciones de salud mental, los críticos dicen que hemos comenzado a patologizar la “tristeza humana natural”.
En un nuevo artículo publicado en The New Statesman, Rachel Kelly habla de sus experiencias trabajando en el campo de la salud mental como persona con experiencia vivida y embajadora en las organizaciones SANE y Rethink Mental Illness en Gran Bretaña. En este rol, ha notado que muchas personas adolescentes se le acercan hablando sobre su salud mental y diciendo que tienen trastornos como ansiedad, depresión o trastornos de personalidad. Sin embargo, al preguntarles más sobre su diagnóstico, muches reconocen que solo han consultado “al Dr. Google”, reflajando un aumento en el autodiagnóstico.
También, habla de cómo esta tendencia va de la mano con lo que se llama “inflación de prevalencia”, ya que los manuales de diagnóstico como el DSM han crecido enormemente, llevando a patologizar experiencias humanas comunes. Discute que hay muchas personas que critican estas dinámicas y aseguran que ahora se están diagnosticando cosas como la timidez o la tristeza ordinaria, algo que antes no se consideraba un trastorno. Aunque los adolescentes claramente experimentan malestar y estrés psicológico, Rachel se cuestiona si un diagnóstico es la mejor solución a sus problemas.
Este dilema también lo comparte Jo Watson, psicoterapeuta, que al trabajar con jóvenes diagnosticados con trastornos más estigmatizados, como el bipolar o el trastorno límite de la personalidad, ve que lo que realmente necesitan es un espacio para procesar sus experiencias, no solo un diagnóstico. Rachel Kelly expande sobre como el sobrediagnóstico está afectando a muchas personas, lo que podría sobrecargar el sistema de salud. Da como ejemplo, que millones de personas están tomando antidepresivos, lo que hace que muchos se pregunten si el enfoque actual, centrado en medicar, es el mejor. Además discute a Sam Everington, un médico en Londres, que propone un enfoque más holístico, que se enfoque en las experiencias y traumas de las personas, no solo en sus síntomas. Este enfoque incluye la “prescripción social”, que busca respuestas al malestar o distrés emocional más allá de la medicación, como actividades comunitarias o arte. Aún así, Rachel reconoce que la medicación tiene un lugar en algunos casos, pero sugiere que se debería recetar como último recurso y por el menor tiempo posible, sin poner a las personas en cajas de diagnósticos fijos. Propone que en lugar de ver a las personas que experimentan malestar o distrés emocional solo como enfermas, es mejor verles como personas completas con necesidades individuales.
Pueden leer su artículo original, escrito en inglés aquí.
Laura López-Aybar es una sobreviviente de violencia psiquiátrica, intrafamiliar y de género. Posee un doctorado en psicología clínica de Adelphi University en Nueva York y hace investigación multi métodos en determinantes sociales de la salud emocional, primordialmente estigma, discriminación, violencia de género y cambio climático. Aboga abiertamente por experiencia personal y empírica por la abolición y reforma de los sistemas carcelarios, incluyendo el sistema de salud mental desde la práctica de la psicología crítica. Pueden encontrar más de su trabajo en su página de Instagram @aybarpsicologiacritica.