Carola García López y Teatro Público nos regalan un viaje de corazón desnudo.
Cobertura por Laura López-Aybar, PhD
Editada por Luis López Salgado, MA
El pasado sábado tuvimos la oportunidad de ir a ver la obra Blanco Temblor en el teatro Francisco Arriví, escrita y dirigida por la actriz Carola García López y producida por Teatro Público. La pieza es un acto de vulnerabilidad, de resistencia y de mucha valentía por parte de Carola. Como diríamos en el mundo de sobrevivientes psiquiátriques, es una muestra de orgullo loco. Nos invita a habitar y navegar en su mundo interno, en sus vivencias. Carola fue mi profesora en un momento en que estaba enmascarando y domando mi propia locura, en un momento de sumisión a quienes me habían abusado por años, donde no estaba abierta a aceptar la locura propia o de otras personas, supongo que por miedo a lo que eso podría significar en mi vida. Así que regreso a compartir espacio con Carola, desde otra mirada y en escribir esta cobertura siento la responsabilidad de representar las experiencias más vulnerables de una persona, cuyo trabajo admiro desde antes de haber sido su estudiante.
En Blanco Temblor se explora la vida de Marina del Mar, majestuosamente interpretada por Gabriela Saker. La obra comienza en total silencio, Marina jugando con su pelo, luego dos hombres vestidos en uniformes médicos blancos y dos mujeres, una vestida igual que Marina y la otra abrillantada completamente, estas están manipulándole el cuerpo, el cabello y recogiéndole cuando pierde el balance. Marina revisa su vida relacional, recibiendo visitas de sus difuntos de aquí y de allá. Durante toda la obra, el tema de la amistad, solidaridad y el acompañamiento están también presentes. La obra parece un ejercicio de procesar emocionalmente todo aquello que pasó, pasa y está por pasar. El duelo es el tema más presente, a lo que fuimos, quienes estuvieron y lo que somos.
Durante el transcurso de la obra se van haciendo revelaciones que nos dan un poco de introspección sobre el mundo interno de Marina. A sus 8 años luego de presenciar a una amiga caer por un acantilado mientras volaban chiringa en Vieques, Marina comienza a aguantar la respiración hasta desmayarse y entra en, como su madre le llama, “depresión crónica”. La llevan de terapista en terapista y sigue en su depresión crónica. Mientras tanto su padre (quien ella pensó era homosexual), se identifica como bisexual. Por lo que se da a entender, este se daba prioridad a sí mismo antes que a su familia y era emocionalmente impredecible, dejando a su esposa e hija a la merced de sus cambios de humor. Durante este tiempo de su niñez, Marina era “subversiva”, adelantada en sus lecturas y usando su voz. En su adolescencia comienza a tener una relación de pareja con un hombre que iba de amor a desprecio, a explotar sus momentos más vulnerables. Luego pierde a quién amaba y le amaba de una forma muy violenta. Su Abuela quien parece haber tenido una vida donde le oprimían y de apariencias, le pasó esta presión social a su madre y a ella. Su madre, quién fue su pilar se enferma y le toca a ella asumir el rol de cuidadora. Su trabajo o talentos como astrofísica no son respetados ni valorados. Además, no podía temblar, algo que se vió cómo anormal en ella desde pequeña, pero que a ella no le molestaba.
La obra toca varios temas claves en el ámbito de la psicología crítica: la violencia psiquiátrica, la opresión hacia la mujer y el malestar psicológico. Entre estos visualizan varias dinámicas relacionales y la psiquiatrización de lo emocional y el duelo. En sus recuentos de tratamiento psiquiátrico, a propósito, o sin querer, se representa el entendimiento del malestar psicológico como pura pseudociencia. Luego de una ristra de preguntas invasivas, Marina sopla burbujas de las cuales la doctora especialista en eventos “neuropsicosísmicos” va deduciendo su cuadro clínico. Aún en su análisis subjetivo la doctora le asegura que ella si tiene remedio. Esto difiere de las experiencias de muchas personas que han recibido un diagnóstico de bipolaridad cuyes proveedores les provocan explícita o implícitamente una falta de esperanza en la recuperación de su malestar psicológico.
La escenografía también se puede ver como ambas la representación de los ambientes psiquiátricos donde te vigilan y tienes “ojos, orejas, bocas, narices” y añadiría manos encima en todo momento, y en los que se sobrecarga el sistema sensorial de las personas por los ecosistemas de los mismos. De hecho, recalcan historias de violencia física y deshumanización por parte de proveedores de salud en torno al suicidismo, la falta de libertad que hay en los hospitales psiquiátricos y su apariencia como cárceles, la calidad de la comida que les causa malestar y la ausencia de espacios verdes…el patio lo convirtieron en parking. También, hablan de la “camisa de fuerza química” o el uso de medicamentos para controlar y subyugar a las personas. Alineado con estas experiencias, se ha encontrado que los hospitales psiquiátricos no solo aumentan el estrés traumático y la ideación suicida durante y después la hospitalización psiquiátrica, pero que también erosionan el sentido de dignidad de las personas.
La obra toca brevemente en como la experiencia psiquiátrica se entrelaza con las causas políticas y en el caso de la mujer, como se patologiza y trata a mujeres sobrevivientes de trauma, subversivas, intelectuales y asertivas. Ambas la violencia psiquiátrica y la violencia psiquiátrica hacia la mujer son fenómenos invisibilizados, pero a los cuales Carola les da visibilidad en su obra. La Dra. Jessica Taylor y Rebecca Donaldson le han dado visibilidad a la patologización de las experiencias de las mujeres, empezando por sus respuestas al trauma y violencias que han sido sometidas, como los de Marina. De hecho, en un reporte liderado por Carrie-Anne Bailey y la Dra. Jessica Taylor, se encontró que ocho de cada diez mujeres que reportaban violencia sexual en Gran Bretaña reciben un diagnóstico psiquiátrico cuando buscan apoyo psicosocial. Incluso se patologizan las experiencias de las mujeres a causa de las normas de género en relación al balance del trabajo y vida familiar, los deseos y placeres sexuales, violencia obstétrica, carga mental, entre otras.
Estamos viviendo un momento donde cada vez se patologiza la experiencia humana más, cada vez añadiéndole más cronicidad y psiquiatrización a la misma. De hecho, el duelo se ha incluido como un “trastorno” en el manual de trastornos y aun cuando se ha identificado que en la categorización diagnóstica se ignora el rol del trauma y se basa en opiniones subjetivas con un margen de error alto, se sigue utilizando el mismo como el estándar “dorado”. En cuanto a la bipolaridad que es el diagnóstico asignado a Marina, se ha encontrado que las personas le dan significado a “su” bipolaridad en base a la información médica que viene de la información de las farmacéuticas. También, se ha notado el sobrediagnóstico del mismo a poblaciones minorizadas, como lo son las mujeres. No solo eso, pero cómo fue mi caso y el de otres sobrevivientes psiquiátriques, muches proveedores tienden a patologizar la experiencia artística y verla como manifestación de la “enfermedad”. Esta reducción de experiencias a la patología que la convierten en identidad se da aun cuando no hay evidencia de que un desbalance químico sea la causa de la depresión.
Aunque en Puerto Rico como bien dijo Carola “hacer cultura es un acto revolucionario” y les artistas luchan contra viento y marea para poder hacer esta labor, necesitamos de estos espacios. El arte nos ayuda a procesar, visibilizar, desarrollar empatía por otras personas y es en su labor artísticas que muchas personas “locas” nos sanan de forma colectiva. A pesar de sus experiencias, mientras Marina va procesando con quienes están y estuvieron sus experiencias de vida, termina diciendo que está “aprendiendo a estar viva…aprendiendo a oscilar”. Así también es como todas las personas que aprendemos a estar vivas, aprendemos a oscilar con el pasado, el presente y el futuro, y más en estos periodos de incertidumbre colectiva que es donde muchas veces sanamos. En estos términos normalizamos el duelo, el suicidismo y nuestras manifestaciones emocionales como parte de la vida, más comunes de los que muches piensan.
Para ver la obra en su próxima presentación pendientes a las páginas de Teatro Publico:
Website: https://www.teatropublicopr.org
Instagram y X: @teatropublicopr
Facebook: Teatro Público
De forma breve se toca el tema de la medicación y los muchos tipos de medicamentos en los que tienen a las protagonistas. Para encontrar una lista basada en la evidencia de los beneficios y riesgos de los medicamentos psiquiátricos, puedes visitar la sección de Fármacos en la página de Mad in Puerto Rico.
Laura López-Aybar es una sobreviviente de violencia psiquiátrica, intrafamiliar y de género. Posee un doctorado en psicología clínica de Adelphi University en Nueva York y hace investigación multi métodos en determinantes sociales de la salud emocional, primordialmente estigma, discriminación, violencia de género y cambio climático. Aboga abiertamente por experiencia personal y empírica por la abolición y reforma de los sistemas carcelarios, incluyendo el sistema de salud mental desde la práctica de la psicología crítica. Pueden encontrar más de su trabajo en su página de Instagram @aybarpsicologiacritica.